LA IGNORANCIA MATA

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Peligrosos problemas de diseño


ciencia

Argentina: 

La central atómica de 

Atucha II no cumple 

normas “post Chernobyl”

 

Un intenso debate domina la actividad nuclear argentina. Un estudio de la Autoridad Regulatoria Nuclear, hasta ahora confidencial, al que accedió PERFIL, advierte que la demorada central atómica de Atucha II tiene dificultades de diseño en materia de seguridad, ya que no asume la experiencia dejada por el accidente de Chernobyl en 1986. El diseño de la central, cuyas obras fueron puestas nuevamente en marcha por el presidente Kirchner, es anterior al accidente, y nadie se hace cargo de reformar el proyecto. Hacerlo superaría el presupuesto de US$ 700 millones. Escándalo internacional.

 

Por Martin de Ambrosio / Alfredo Ves Losada

Perfil - 2 septiembre 2007

 

 La presidenta Kirchner inaugura la planta en 2011

 

A los tumbos. Atucha II lleva casi tres décadas en construcción, pero su diseño es obsoleto y técnicos argentinos y extranjeros lo cuestionan. Sin embargo, existe decisión política como para que se termine como sea.

 

No siempre alcanza con la decisión política para que un proyecto llegue a buen puerto. Más aún si se trata de una cuestión tan delicada como la energía atómica. A pesar de que el Gobierno nacional tiene el propósito de inaugurar hacia 2010 Atucha II, la tercera central nuclear argentina, después de Atucha I y Embalse de Río Tercero, existe una serie de problemas técnicos. Un informe interno de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) señala puntos oscuros que impedirían su funcionamiento de acuerdo a las normas internacionales de seguridad establecidas después del accidente en Chernobyl, en abril de 1986.
La ARN es el organismo que decide sobre qué se puede hacer y qué no en el área. El memorando en cuestión fue elaborado el 11 de abril de este año y generó una serie de respuestas de parte de la empresa estatal que maneja las centrales, Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NaSa). Pero nada en concreto sobre el fondo de la cuestión.
El problema fundamental de Atucha II es que fue diseñada en los 70 y que se comenzó a construir en 1980. Treinta años después, la Argentina aún no pudo terminar las obras, ya que estuvo totalmente paralizada entre 1984 y 1992, y desde 1994 hasta la asunción de Néstor Kirchner.
El diseño actual no contempla qué sucedería si uno de los caños que llevan combustible radiactivo se rompiera enteramente. Apenas si tiene en cuenta un daño del 10% de la superficie, uno de los puntos aggiornados por la normativa internacional desde el diseño original.
“Con el correr de los años, y después de Chernobyl, la IAEA, el ente internacional que regula la actividad, se puso mucho más exigente. Salvo que haya presiones en la ARN es imposible que se apruebe”, relató un especialista del área refiriendo a las obras en curso.
“Si se rompe un caño se vacía el ‘tacho’ o recipiente de presión de la central, que está cargado con agua pesada. Lo peor que podría pasar es que se saliera todo el combustible gasificado.” En síntesis, hay normas que hoy no se están cumpliendo.



Mutis. Y eso lleva a un problema anexo: en el caso de rediseñar la central, habría que buscar quién lo haga. Siemens, empresa que realizó el mentado diseño original, ya casi no se dedica a temas nucleares. Y NaSa jamás hizo algo así. “NaSa no está en condiciones de rediseñarla”, dijo una fuente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en estricto off the record.
“Así como está diseñada, Atucha II no podría funcionar ni en Canadá, ni en Alemania, ni en los EE.UU.”, enumeró otro técnico. Y agregó que los problemas de seguridad son numerosos y van más allá de lo señalado en el informe de la ARN. “El principal es el extrañísimo sistema de apagado: comienza a apagarse pero luego se inicia de nuevo... es muy raro, como un freno que frena pero sólo un poco. Hace falta otro sistema”, recalcó.
Los expertos se quejan de que no son oídos sus dictámenes. Y afirman: “Otro problema es que, en vez de cambiar el sistema, siguen avanzando (en la construcción). Las autoridades de la CNEA y de NaSa convencieron al Gobierno de que se puede seguir construyendo así, pero lo cierto es que muchos profesionales ya advertimos de este problema. Además, se nos presiona laboralmente para que dejemos de hablar del tema”.
No sólo los científicos locales son afectados, en una situación que algunos ya comparan con la de los empleados del INDEC. Se ha presionado a disertantes extranjeros. “Vinieron expertos de los EE.UU., y cuando plantearon sus dudas les cortaron la presentación: fue a fines de 2006 en un seminario de NaSa. Por suerte la ARN no entró en este juego”, contó otra fuente. La situación es delicada para los expertos de la CNEA, lo que también explica que prefieran no dar a conocer públicamente sus nombres. Y es entendible: ¿De qué podría trabajar un físico nuclear argentino en su país sino allí?
Voz oficial. El informe de la ARN también expresa la urgencia con que se necesita un rediseño de Atucha II en vista de estos problemas. Pero no hay a la vista ninguna empresa con experiencia que pueda hacerlo.
Respecto del hipotético pedido de NaSa para hacerse cargo de ese rediseño, Nicolás Riga, responsable en la ARN para la licencia de Atucha II, aseguró: “No creo siquiera que se atrevan a pedir semejante cosa”. Y fue claro: “Deberán buscar a alguien competente para que lo haga. Si no, nosotros o en última instancia la IAEA impediremos que comience a funcionar”.
De todos modos, Riga remarcó que todavía se está a tiempo de tomar decisiones correctas. “Son cosas factibles de hacer”, minimizó. “Pero requieren un amplio replanteo y de más presupuesto. Hace casi un año se le informó a NaSa de los estándares actuales de seguridad.”
Y no es todo lo que sucede en el avispero nuclear. Además de las acusaciones cruzadas sobre supuestas mafias, hay al menos cuatro causas penales instruidas por jueces federales, en relación con manejos de fondos por parte de Dioxitek, la empresa que administra el combustible para las centrales, cuyos responsables no quisieron hablar.
PERFIL buscó también a los representantes de NaSa para que expresaran sus puntos de vista. Su presidente, Eduardo Messi, atendió su celular desde China, pero se excusó de opinar diciendo que estaba descansando (era la madrugada local). En tanto que José Luis Antúnez, su vicepresidente, tampoco respondió los llamados de este diario.
Es que la decisión política de finalizar la central para sumar megawatts al endeble sistema eléctrico nacional hizo que un notable flujo de dinero se destinara eso. Algo que llevó a un nuevo inconveniente. Según informes reservados (corroborados por científicos que hablaron con PERFIL), los US$ 700 millones presupuestados no alcanzarían para finalizar la obra. Ni siquiera en las precarias condiciones actuales. El mismo informe, de una firma francesa, señaló la necesidad de revisar aspectos del núcleo del reactor (además de insistir sobre la seguridad).
“En la CNEA hay malestar y mal manejo, con grandes conflictos entre el presidente (José Abriatta) y el gerente general (Rubén Calabrese)”, explican los técnicos citados. “El tema es que lo más barato es terminar la central tal cual fue diseñada. Sería mucho más caro cambiar componentes y equipos. Por lo menos un 50% más.” Y se preguntan: “¿Por qué seguir con una construcción que tarde o temprano deberá replantearse?”


EL TAMAÑO DEL DISPARATE

Por Juan Carlos Villalonga

En el pasado mes de agosto el Gobierno Nacional, a través de sus principales representantes, asistió a una nueva “inauguración” y relanzamiento de un plan de obras e inversiones en la nunca finalizada central atómica de Atucha II. Un acto recurrente, repetido por todas las administraciones nacionales desde 1984 hasta hoy.
Desde entonces, cada nuevo gobierno hizo, a su modo, sus propias promesas al tiempo que se disponían nuevos gastos en el sector, otorgándole a Atucha II y al sector nuclear, una condición de actividad “estratégica” de Estado que, sin más argumentos que este, convalida cualquier decisión e inhibe todo tipo de debate.
Como sociedad podemos discutir, y así se lo hace, desde las condiciones de funcionamiento de una refinería de petróleo a una planta de celulosa o la construcción de un gasoducto. Ahora, pretender discutir la racionalidad de continuar con Atucha II supone la difícil tarea de perforar un blindaje conformado por conceptos tales como “proyecto emblemático”, “sensible y de carácter estratégico” y otros similares. Esta asociación de Atucha II con una cuestión de alta sensibilidad en materia política y estratégica ha prendido en la inmensa mayoría de la dirigencia política nacional. Lo nuclear, lamentablemente, sigue generando una dosis de fascinación en la dirigencia política que permite adoptar las decisiones más disparatadas en términos económicos, energéticos y ambientales.
Esta historia arranca casi 30 años atrás. La decisión de construir Atucha II, la tercera planta atómica de la Argentina, fue adoptada durante la dictadura militar en los últimos años de la década del ’70, como parte de un plan de desarrollo atómico que hoy ya no existe. Cuando el Presidente Néstor Kirchner presentó a comienzos de 2004 su plan energético, Greenpeace señaló que debía tenerse en cuenta que la decisión de construir Atucha II fue adoptada dentro de otro marco político, señalando en ese entonces lo “notablemente diferente del contexto energético y tecnológico a más de dos décadas de diferencia”.
Precisamente ese diferente contexto tecnológico es lo que de manera elocuente fue señalado en el artículo publicado por el diario Perfil el 2/9/07, donde se indica que el diseño de Atucha II es absolutamente impropio en la era post-Chernobyl, etapa en que la revisión de diseños y mejoramiento de los sistemas de seguridad tuvieron una enorme inversión y desarrollo. Según el artículo, especialistas del sector, admitieron que Atucha II tiene dificultades de diseño en materia de seguridad ya que no asume la experiencia dejada por el accidente de Chernobyl en 1986.
Los contratos para la construcción de Atucha II fueron firmados en mayo de 1980 y ratificados por la Junta Militar en julio de ese año. Las obras comenzaron en marzo de 1981 y alcanzaron casi su estado actual de avance durante los años 1982 y 1983. La decisión de construir Atucha II fue claramente parte de un programa nuclear cuyo objetivo central era político y militarista, no un programa energético. Cuando acaba el gobierno militar, a finales de 1983, comienzan los problemas para continuar esta obra.
La propia decisión tecnológica para Atucha se fundamentó en razones de estrategia de negocios de la dictadura militar, eso motivó la elección de la Siemens KWU para construir un reactor, cuya única experiencia en Alemania había sido un prototipo de 57 MW que funcionó desde 1966 hasta 1984 y en Atucha I. Esa línea tecnológica fue desarrollada por Siemens y utilizada comercialmente por Argentina únicamente.
Para complicar las cosas, Siemens, el diseñador original del proyecto, abandonó el negocio nuclear hace años y ahora no existe un proveedor que pueda hacerse cargo de su finalización. Quienes acordaron con el Gobierno hacerse cargo de ese complejo paquete es la canadiense AECL, que no tiene experiencia alguna en reactores como Atucha II, pero lo hará porque ya negoció la venta de un par de nuevos reactores canadienses al Gobierno Nacional.
Atucha II ha significado un inmenso agujero por el que se han ido miles de millones de dólares, y lo seguirá siendo mientras siga vigente esta anacrónica fascinación por lo nuclear. Las estimaciones de los gastos en la inconclusa obra rondan los 4.000 millones de dólares. Además todos estos años de parálisis han implicado un costoso sistema de mantenimiento que totaliza unos 25 millones de dólares anuales. Si se quiere finalizar la obra, para empezar hay que colocar otros 700 millones de dólares, bastante más de los 430 millones anunciados en el 2004. Y las cifras no pararán de crecer, si sumamos las inversiones en el mantenimiento del ciclo del combustible nuclear (desde minería hasta la gestión de los residuos radiactivos) contabilizar todas esas actividades mostraría el tamaño del disparate económico del que estamos hablando.
Los gastos de Atucha II formaron parte de una serie de desmesuras cometidas dentro del denominado Plan Nuclear Argentino durante la dictadura militar y que produjeron que a fines de 1983 la deuda externa contraída por la CNEA representase el 13% de endeudamiento del país. Concluir el proyecto significa aumentar ese desatino y asumir un temerario riesgo tecnológico al no contar siquiera con los proveedores originales.
El costo de cada kilovatio instalado rondará la cifra de 6.000 dólares, una de las centrales eléctricas más caras del planeta. Si se lo compara con otras opciones convencionales o con iniciativas energéticas renovables y limpias, como la energía eólica, las comparaciones muestran la magnitud del error. También se ha dicho que finalizar la planta es más barato que cerrarla. No es verdad, los costos de cerrar el proyecto fueron sobrestimados por la CNEA para alcanzar una cifra similar a su terminación y así forzar la continuidad de las obras, pero terminar Atucha II sale por lo menos unas 20 veces más que cerrar el proyecto.
Atucha II es un proyecto equivocado, de alto riesgo, caro, tecnológicamente obsoleto, un pesado legado de la dictadura militar. Querer reflotar este proyecto a raíz de la crisis energética es un error, hay modos mucho más eficaces de encarar la crisis y de invertir el dinero del Estado. Es preciso hacer un giro en las inversiones. No podemos seguir subsidiando tecnologías peligrosas y con escaso futuro mientras que las energías renovables no poseen ningún tipo de apoyo. Aún el reciclado de la obra eléctrica y civil de Atucha II para convertirla a gas, hubiera resultado un modo más eficaz y rápido de tener energía de un modo más barato que las plantas térmicas que hoy se están construyendo. Si prevaleciera el criterio de producir energía del modo más eficiente, más limpio y con mayor potencial a futuro, no deberíamos distraer un solo centavo más en la vía nuclear.
 
MAS INFORMACION EN: www.energiaslimpias.org.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario